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Blame [KAORU]

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Mensaje por Hitomi Vie Abr 03, 2020 7:51 am

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Agotado, después de un largo día de trabajo me sentía terriblemente agotado.

Bueno, más que eso estaba un poco harto. Actualmente se suponía que trabajaba en una investigación, de hecho me tocaba el papel del “vigilante”, tenía la tarea de seguir al sospechoso de uno de los casos a cargo de mi unidad. Llevaba un año trabajando como detective de homicidios y en ese tiempo me había acercado demasiado a aquello que, hacía muchos años, había decidido dejar atrás.

Al haber nacido en una familia de cazadores de vampiros se esperaba y era lógico que yo también lo fuera, esas estúpidas costumbres de heredar conocimientos y profesiones a los hijos a veces podían ser un verdadero dolor de cabeza. Cuando mis padres murieron en el “cumplimiento de sus deberes”, todos aquellos cazadores que alguna vez conocí creyeron que buscaría venganza, que me convertiría en alguien como mis padres e iría por la vida exterminando a “esos seres despreciables”. Sin embargo, lo único que su muerte hizo fue darme una razón para dejar ese mundo de lado. Si me ponía a analizarlo seriamente, creo que más que abandonar todo aquello traté de cumplir con el “rol que me tocaba” desde otra perspectiva. Por mucho tiempo evadí encuentros con dichos seres, hice una carrera en la policía, escalé puestos y por un periodo logré pertenecer a la unidad de narcóticos, y al final la vida me había puesto en el camino de un detective de homicidios.

Esa era la razón de que tuviera que volver a mis raíces y empezara a involucrarme en asuntos de cazadores. A estas alturas y de manera ridícula, yo era un detective con mucha experiencia pero también un cazador novato. Me vi obligado a aprender e interesarme por cosas que por mucho tiempo traté de alejar de mí, todo gracias a que, lamentablemente, los vampiros estaban mucho más relacionados con los asesinatos de lo que yo pensaba o de lo que quería creer. Nunca reflexioné ni traté de entender que intentar ignorar su existencia era, sencillamente, ignorar un grave problema que existía así lo quisiera yo o no. En ese último año había tenido varios casos de asesinato que tenían dos cosas en común, un par de orificios en la piel de las victimas (a veces más) y la sangre de las mismas completamente drenada. Eran casos que casi siempre se quedaban sin resolver pero que yo empecé a investigar por mi lado y a cumplir con la tarea que no podía seguir evitando.

Aquella noche mi labor no tenía nada que ver con vampiros, seguía a un millonario sospechoso de haber asesinado a su esposa, nos enfrentábamos a la corrupción de nuestro propio departamento y a los recursos de los que descaradamente hacia uso este sujeto. El problema era que entre el trabajo que me gustaba y el que me había visto obligado a retomar, estaba mental y físicamente agotado.

Oh sí y muy frustrado.

Adicionalmente, una cosa no paraba de dar vueltas en mi cabeza, había algo que no podía sacar de mi mente y eso provocó que empezara a beber constantemente desde hacía un mes. No quería pensar en ello, de verdad que no pero me era inevitable, al final, aunque había sido enviado a vigilar al sospechoso, quien terminó en un hotel muy lujoso con una de sus tantas amantes (según habíamos podido averiguar), dejé de lado mi profesionalismo y lo mandé todo a la mierda. Tenía esas imágenes tan presentes dentro de mi cabeza que empecé a sentir la desesperación por tener un trago de lo que fuera.

Me adentré en el bar del lugar, un sitio muy fino y con un ambiente bastante tranquilo, no parecía haber mucha gente, un par de personas charlaban en la barra y algunas parejas se encontraban en los pequeños cubículos que había, eran como pequeños espacios privados todos delimitados por sofás cómodos. Nunca había estado en un lugar así, no me apetecía gastar mis ahorros de forma tan tonta solo para darme lujos absurdos, no obstante, esa noche haría una excepción.

Era una cuestión de necesidad.

Me senté en la barra lo más alejado que pude de las personas que había, me cerré bien la chaqueta de cuero que portaba, no quería que las pocas personas que se encontraban ahí se sintieran incomodas al ver el arma que guardaba en su funda bajo mi brazo. De hecho, no se suponía que portara armas mientras bebía, estaba cometiendo la locura de mi vida.

Cuando el bartender se acercó, ordené un whisky que fue lo primero que se me ocurrió, puse mis manos sobre la barra y empecé a juguetear con mis dedos, estaba muy ansioso. Cerré los ojos por unos segundos y de nuevo ahí estaba, el cabello corto y ondulado de un hombre alto, los tatuajes de sus manos, el porte elegante, la firmeza con la que manipulaba el cuerpo de alguien más… alguien que ya no existía en este mundo, que se había ido la noche en que seguramente conoció a su perdición.

Aquella noche le había visto en un bar, mucho menos costoso que en el que me encontraba actualmente pero que yo consideraba bastante decente. Primero le había observado bebiendo tranquilamente en un lugar apartado de la gente, me intrigaba porque su presencia me hacía sentir incómodo, mis sentidos no eran tan buenos como los de un cazador bien formado, no fui capaz de reconocer desde un principio lo que él era pero me inquietaba. Luego una chica que parecía muy joven se había acercado a coquetear con él, al final lo último que había visto era al hombre abandonando el lugar por la puerta trasera del establecimiento, por su actitud creí que no estaba interesado en la muchacha, sin embargo, ella le siguió.

Unos minutos más tarde, cuando esa situación ya era historia para mí, seguí el mismo recorrido que ellos con el propósito de fumar un cigarrillo y despejar la mente, no obstante, apenas había abierto la puerta de forma muy ligera cuando escuché las quejas de una chica. Me paralicé. Uno pensaría que al ser un detective experimentado eso sería imposible pero la realidad es que esas cosas suceden. Al principio pensé que seguramente estaba por interrumpir “algo” pero luego escuché que lloraba, había un considerable ruido dentro del establecimiento como para que alguien la oyera cuando empezó a gritar, fui totalmente incapaz de reaccionar.

Apenas alcancé a moverme para mirar a través del pequeño espacio que se formó cuando abrí un poco la puerta, entonces lo vi… observé al vampiro alimentándose de la muchacha. En ese momento muchas cosas pasaron por mi mente, repasé lo que sabía de los vampiros, pensé en el arma enfundada bajo mi brazo, me recordé a mí mismo que no llevaba ninguna de las armas que se utilizaban contra los vampiros, detestaba cargar con ambas así que usualmente solo llevaba encima la que pertenecía a mi trabajo “normal”. Hasta ese día nunca me había topado con un vampiro “por sorpresa”, siempre procuraba buscar el enfrentamiento en un momento en el que estuviese preparado, justo como lo dice el nombre de tan extraña profesión, yo me preparaba para seguir y cazar, y esta no era una de esas veces.

Como detective sentí la responsabilidad de actuar, sin embargo, lo dejé pasar, me quedé paralizado como un idiota y permití que la matara, de manera fría evalué pros y contras y concluí que no valía la pena intentarlo y fallar, porque las probabilidades de fracaso eran demasiado altas. En cuanto pude reaccionar cerré la puerta con todo el cuidado posible y casi corrí hacia la entrada principal del establecimiento. Me temblaba todo el cuerpo y traté de sacar un cigarrillo para tranquilizarme… ni siquiera podía mantenerlo entre mis dedos. Por una razón muy humana pero que iba totalmente contra mis principios, yo había dejado que ese sujeto la matara sin intentar nada para ayudarla, desde aquella noche tenía pesadillas, no podía dejar de pensar en lo que no hice y en lo que podría haber hecho.

No importaba que todas las posibilidades en mi mente siempre terminaran en fracaso, la conclusión siempre era que tendría que haberlo intentado. Además era la primera vez que veía a un vampiro alimentarse, asimismo, era la primera ocasión en la que veía a alguien mientras su vida le era arrebatada. Como detective de homicidios siempre llegaba a la escena cuando la víctima ya estaba muerta, no presenciaba cómo pasaba…

Cuando el bartender me entregó mi bebida de inmediato la llevé a mi boca y vacié todo el contenido en ella. Pronto empecé a ordenar trago tras trago, incluso opté por pedir que me dejaran la botella, estaba muy ansioso por borrar la imagen de la chica de mi cabeza… Esa noche tan solo unos minutos más tarde había regresado para ver su cadáver, quería asegurarme de que lo que vi había sido real, luego fui yo quien reportó el cuerpo, la entrevista que mis colegas me realizaron había sido muy dura, por supuesto que tuve que mentirles y omitir el hecho de que había estado casi presente mientras ocurría el asesinato. Era una maldita vergüenza.

Después de ya media botella podía sentir los efectos del alcohol en mí, me empezaba a marear y poco a poco me fue invadiendo la necesidad de dormir, estaba muy cansado aunque no lo suficiente para dejar de pensar en “eso”. Me debatía entre gastarme una fortuna y desperdiciarla en quedarme en ese lugar o pedir un servicio de taxis, de todas formas aún no tenía muchas ganas de irme. ¿Llegaría a mi casa, me acostaría en mi cama y seguiría pensando en ello hasta quedarme dormido? En verdad no me atraía nada la idea.

Y mientras ese debate ocurría en mi cabeza, giraba la misma un par de grados algunas veces para mirar a mi alrededor, echaba algunos vistazos a las personas en el bar y de vez en cuando seguía con la mirada a los que entraban o salían. Eran cerca de las 10:30 y a pesar de ser viernes las cosas estaban bastante tranquilas a causa de un estúpido evento que, al parecer, se celebraba en uno de los salones que poseía el hotel. Había un ambiente “adulto” quizá mejor descrito como seductor, sonaba música tranquila pero perfecta para el ambiente de cortejo. Las parejas se abrazaban, se besaban, compartían tragos… y luego estaba yo tratando de ahogar recuerdos desagradables en alcohol.

Mierda… —No pude evitar soltar una palabrota al sentirme un poco fuera de lugar, el problema es que a esas alturas ya no me sentía cómodo en ningún lado, no desde aquella noche. Entonces… justo en una de esas veces que mi cabeza giraba para “recibir” a quien entraba al bar, fui capaz de reconocer el cabello ondulado, los movimientos elegantes y los tatuajes… sobre todo estos últimos tan difíciles de ocultar y tan fáciles de reconocer.
De inmediato devolví mi vista al frente y me quedé mirando mi trago delante de mí, una vez más experimentaba la ansiedad, los nervios y la parálisis de aquella vez. Estaba ahí, ¿encontrarlo dos veces en un mismo año no era mucha mala suerte? Para colmo mis circunstancias no eran muy diferentes a las de aquella vez, no llevaba ni siquiera la pistola y balas que eran más efectivas contra su especie, ¿y si hacía algo?

Bueno… más bien, ¿no era seguro que haría algo? ¿No era obvio que quizá estaba ahí para verse con alguna de sus “presas”? ¿Era posible que estuviera ahí solo para pasar el rato? Y lo más importante… Si se encontraba con alguien, ¿qué iba a hacer? ¿Tendría que dejarlo actuar nuevamente y hacer como si no hubiera visto nada? ¿Como si no supiera lo que es y lo que hace?

Llevé mis manos a mi rostro y tallé con fuerza el mismo tratando de despejar el aletargamiento producto de la bebida y el cansancio físico. Mantuve una postura calmada aun si por dentro era presa del pánico y los nervios, tomé mi vaso y, en un acto totalmente estúpido, seguí bebiendo. Me quedé a esperar, solo esperé que algo ocurriera o no, que alguien llegara o no, observaba con miradas furtivas y desde el rabillo del ojo, sabía cómo no ser obvio, al menos eso había aprendido al ejercer mi profesión, por lo menos contaba con esa ventaja.
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Mensaje por Kaoru Mar Abr 14, 2020 7:18 pm

Homogeneidad.

La palabra aparecía en su cabeza en cuanto habría los ojos, y después, pasaba largos minutos con la mirada en el techo.  
¿Hacia cuánto se encontraba en esa situación? Ni siquiera se habría tomado la molestia de contar los días, el tiempo pasaba completamente diferente para él, y quizá su cuenta de días, realmente eran años ya. Existía cierta ambigüedad en su rutina, de eso estaba seguro. De eso y de que no importaba cuán difusos fueran sus recuentos de días anteriores, todo se reducía al epítome de una inapetente existencia.

Con tantos años viviendo, era obvio que llegaría a caer en ese círculo vicioso que, si bien no es algo de lo que se alardee con orgullo, es algo que se encuentra latente entre la especie inmortal.  

Cuando era un vampiro más joven, escuchó de eso:

Los vampiros más antiguos llegaban a hartarse de su propia existencia. Dormir para ocultarse del sol, despertar para alimentarse, una pequeña convivencia entre cofrades —si es que los tenías—, o tal vez, cuando los tiempos se regían por grupos de estirpes dirigidos por un líder en común, esperar ordenes o darlas. Pero eso había dejado de existir hacía mucho.  

Kaoru no tenía más que un igual con el que había iniciado una lucha hacia ningún rumbo. Ni siquiera sabía qué había sido de aquel, o si ya “le llevaría la ventaja” en lo que a tener un séquito de congéneres se refería. Pero si era sincero, ni le importaba, ni le preocupaba. Tampoco se molestó en “crear” más seres con su sangre para que le siguieran. Su estado anímico llegaba a ser —en sus propias palabras— patético.  

Se preocupaba de seguir existiendo por pura costumbre.  

Esa noche no iba a ser diferente. Saldría a “cazar” algo para alimentarse hasta estar satisfecho, quizá —si el ambiente se prestaba— se acostaría con alguna muchacha antes de beber de ella, y volvería a su “hogar” solo a descansar.  

Tenía algunas semanas en las que había añadido el sexo a su rutina, y eso solo porque encontró cierto gusto en la sangre caliente, en la que palpitaba en medio de la adrenalina luego de que ellas tuvieran un orgasmo. El sabor era dulce, y líquido disparaba a su boca de una manera obscena. No era lo más estético del mundo, pero le daba cierto encanto al momento. No podía explicarlo, pero le gustaba a final de cuentas.  

Sin embargo, y por más que de una rutina se tratase, Kaoru no se enrollaba con alguien solo porque sí. Entre toda esa monotonía, al menos había conservado esa selectividad para cazar que le distinguía de entre la clase baja de sus homogéneos.  

La usanza era la siguiente: ir a algún bar —al menos uno distinto cada noche y elegido al azar—, pedir al menos uno o dos tragos de whiskey o ron, y esperar. En aquel punto de la vida humana, ni siquiera tenía que hacer uso de sus habilidades, su apariencia era suficiente para atraer algunas miradas, y para que, en cuestión de unos minutos, alguna muchacha se acercara. Una charla insípida, unos tragos, y cuando la mirada de ella le daba carta abierta, salían del lugar y follaban. En algún hotel, la casa de la muchacha...  

No obstante, la muchacha de esa ocasión había sido especialmente desesperante.  

Además, había algo en el ambiente que no le agradaba. Su rutina se vio fastidiada, y no estaba seguro si eso le había hecho enfadar o las constantes preguntas de la joven fueron lo que le sacaron de sus casillas.  

Dejó dinero en la mesa, dio las buenas noches y salió del lugar, sin percatarse que aquella figura femenina le seguía.  

Kaoru bien pudo haber pasado por alto que ella gritara su nombre en medio de aquel asqueroso callejón tras el bar, incluso que empezara a lloriquear por atención, pero el que ella se colgara de su brazo para retenerle, fue un detonante muy efectivo.  

Cegado por el incordio dio fin a la vida de la joven de la manera más vulgar que pudo haber imaginado: en medio de aquel callejón, le abordó con todas sus fuerzas. Sus colmillos desgarraron la garganta de la joven, sus uñas atravesaron la tela de su fresco vestido y las dejó marcadas en su espalda. Kaoru bebió de aquel cuerpo como el más pedestre de su estirpe, dejando que la sangre corriera por su mentón y bañara sus manos, mismas que pronto dejaron caer el cuerpo apagado de aquella humana.  

Solo tras aquel acto pudo calmarse. Aunque emergió en él el pensamiento de que no era realmente su enojo lo que calmó, era esa cansina situación en la que ahora vivía.  

Cuando su cordura comenzó a volver, tuvo de nuevo esa sensación desagradable. Nuevamente hubo algo en el ambiente que le puso incómodo, y aunque no estaba ya en posición de detenerse a buscar qué era, sí echó un rápido escaneo a su entorno. Avispó su olfato y se llevó con él esa esencia, ese olor peculiar que hacía muchísimos años no percibía.  

II

Los siguientes días a aquella noche, transcurrieron “normalmente”. Kaoru no había vuelto a tener algún “episodio” como el de aquella ocasión. Sin embargo, ya no se acostaba con las jóvenes antes de alimentarse de ellas. No podía definir el porqué. Pero parte de sí le echaba la culpa a aquella noche, no a los eventos de esta, sino a esa sensación que tuvo durante y al final de la misma. Aún tenía presente aquel aroma, y aunque estaba lejos de definir el qué era, se atrevía a asegurar que eso era lo que modificó radicalmente parte de su manera de actuar.  

Con un cigarrillo bailándole en los labios, Kaoru avanzaba por algunas calles concurridas y llenas de bares. Usualmente, ese tipo de establecimientos iban subiendo su categoría conforme se volvían más céntricos, pero él no solía ir mucho a los sitios elegantes. Eran demasiados tranquilos, y ya había demasiada tranquilidad en su existencia como para terminar en un lugar aburrido. Empero, su paso distraído había decidido otra cosa.  

Terminó frente a un local elegante, donde gracias a su apariencia se le fue concedida la entrada sin muchas preguntas. La seguridad de esos sitios ostentosos solía ser demasiada, por eso tampoco eran lugares factibles para cazar.  

Kaoru caminó al interior del lugar, atribuyendo su pejiguera a todas las miradas que tuvo encima hasta escoger un sitio. Pero no, eso no era. Su mirada se deslizó por todos los presentes de aquel sitio. Asumió rápidamente que tal vez sí tendría que moverse en esta ocasión para pillar una presa, pues todos estaban en su lío, todos salvo una pequeña joven que se veía inquieta. Tal vez era su primera vez en aquel sitio, o mintió para entrar..., era lo de menos realmente, su cara era preciosa, y la apreciaba temblar bajo su delgado vestido blanco. Se embelesó con ella un momento, al menos hasta que ella sintió su mirada y cruzó con la suya durante unos segundos. Tenía su atención, eso era seguro. Ella comenzó mirarle también, de tanto en tanto le dedicaba una sonrisa, y él la devolvía.  
Cuando la muchacha finalmente se animó a ponerse de pie, Kaoru supo que su “trabajo” estaba hecho.  

Iba a esperarla en su sitio, conversarían un poco, y tal vez, si ella era de su gusto, retomaría esa “parada” para hacerla suya antes de alimentarse.  

Kaoru alzó el vaso de ron que bebía, iba a darle un trago mientras esperaba a que la muchacha llegara, cuando ese aroma a fuerte licor se perdió entre un aroma aún más familiar. Sus sentidos espolearon de un momento a otro y comenzó a mirar de un lado a otro, buscando dónde estaba, de dónde venía ese aroma.  

Era el mismo de aquella noche. La misma sensación desagradable..., tal vez se había perdido entre el cateto flirteo con aquella joven de la que ya se había olvidado. Se puso de pie y comenzó a avanzar. La mirada de la confusa muchacha le siguió unos momentos, y luego se rindió a que Kaoru volviera su atención a ella. Regresó con calma a su lugar, sin pena ni gloria. Pero aquello era lo de menos para el vampiro, quien avanzaba con tranquilidad, siendo solo su cabeza la que se había llenado de inquietud.  

El lugar y las que pululaban en el fueron tragadas por un filtro de negativo fotográfico.  

Por primera vez en mucho tiempo, Kaoru se vio en la necesidad de recurrir a sus habilidades para saber a quién pertenecía aquel molesto aroma.  

Un paso, dos, tres...  

El aroma se hacía más fuerte, y junto con el, percibió miedo, nervios, la inquietud... ¿Por qué?  

Sus ojos iban y venía por el lugar, y entonces, en medio de aquel negativo, se percató de la mirada que encaró la suya por apenas unas milésimas. Ahí estaba.  

Kaoru enfocó la mirada en la espalda de aquel muchacho castaño. ¿Lo estaría observando desde que llegó? Era posible, después de todo, se trataba del mismo ser de aquella ocasión. Por eso el miedo, por eso la inquietud... Kaoru sonrió. La sensación de desagrado había desaparecido ahora que todo iba desvelándose.  

La sangre de los cazadores no habría pasado tan desapercibida años atrás, donde era más pura.

Pero a estas alturas, donde se había perdido el linaje y la sangre estaba más filtrada, los cazadores podían pasar desapercibidos. Justo  como ese muchacho.  

Qué interesante era aquel giro. Tal vez aquel joven le había estado siguiendo para cazarle. De ser así, ¿no sería maravilloso? La sangre de Kaoru comenzó a calentarse. Tal vez estaba emocionado, quién sabe, pero esa sensación le llevó hasta el costado de aquel muchacho. El vampiro tomó asiento a su lado, con calma, casual... Acodó el diestro de sus brazos en la barra, y la barbilla en el dorso de su mano. ¿Cómo sería mejor abordarle? Si estaba ahí para cazarle, tal vez ese joven preferiría actuar con cautela, así que, ¿qué pasaría si Kaoru lo abordaba directamente? Qué divertido sonaba aquello.

Kaoru sentía que tenía un nuevo juguete, y aunque tal vez iba a ser algo muy pasajero pues no veía posibilidad de una lucha donde fuera a perder —considerando el miedo y los nervios que sentía en el muchacho—.  

—¿No es el whiskey algo demasiado fuerte para los niños? —Mirándole por el rabillo del ojo, Kaoru apreció las facciones de aquel muchacho, y sonrió. Ordenó un vaso de ron seco que le fue servido enseguida. Bebió con mucha tranquilidad, la mitad de la cantidad que habían servido para él, y tras dejar de vuelta el vaso en la barra, optó por recostar la mejilla en la palma de su mano, dirigiendo la mirada directamente al muchacho—. Hace mucho que perdí la costumbre de ser vigilado, así que tal vez no esté siendo tan cauteloso como esperabas, joven cazador. Pero tampoco es que tú estés siendo muy poco obvio. ¿Tienes miedo? -Susurrante, Kaoru se había inclinado hacia aquel joven para hablarle con un poco más de confidencialidad—. ¿Te imaginas que tu noche termine como acabó la de aquella muchacha? —En medio de aquella cercanía, Kaoru aprovechó para olfatear con más profundidad. La sangre de los cazadores era especial, un manjar entre los de su estirpe, y aunque la de aquel muchacho ya no era tan fuerte como la de sus antecesores, aún podía percibir el gusto delicioso mezclado con los nervios y la inquietud.  

Debía tenerle.

Tal vez no le mataría, estaba lejos de querer matarle tan pronto, pero sí que se daría un festín esta  noche.
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Mensaje por Hitomi Jue Abr 16, 2020 11:02 am

Observaba de manera furtiva el comportamiento del recién llegado, entre pequeños vistazos noté que escogía un lugar para sentarse en solitario, incluso le vi recorrer con la mirada el lugar. Me pregunté si estaría buscando a alguien en específico o si solo estaría allí “pescando”. Aparentemente era lo segundo. Mi cuerpo se tensó cuando me di cuenta del intercambio de miradas entre ese sujeto y una chica que parecía muy joven para estar en ese bar, por muy privado y ostentoso que fuera.

Vertí un poco más de whisky en mi vaso que ya se encontraba vacío, no lo bebí de inmediato, me quedé observando el trago frente a mí y me fui perdiendo dentro de mis pensamientos abrumadores. Trataba de decidir si debía levantarme e interferir con lo que parecía un encuentro inminente o si quizá era mejor no hacer nada, de nueva cuenta se trataba sobre pros y contras. ¿Tenía alguna oportunidad contra ese vampiro? Estaba seguro de que no, ni siquiera el arma que apretaba suavemente debajo de mi brazo me hacía sentir seguro, sabía que esa en específico no serviría de mucho.

Me seguí repitiendo las mismas cosas una y otra vez, intentando convencerme de que no actuar no era un simple acto cobarde, era más bien una cuestión de análisis y posibilidades. Harto de tener que estar en tal situación de estrés por algo que no podía controlar, tomé mi vaso con cierta frustración y le llevé hasta mis labios para vaciarlo por completo. Unos cuantos vasos más y estaría totalmente ebrio, ¿no? No tendría que pensar en esos dos, en si él iba a matarla, cómo lo haría, dónde lo haría…

Aspiraba a perderme en la bebida, a embriagarme de irresponsabilidad.

Justo cuando me proponía intentar olvidarme de ellos y buscar ansiosamente el estado de embriaguez total, por el rabillo del ojo alcancé a atisbar una figura acercándose hacía mí… y claro, no cualquier figura, era justo “ese sujeto” el que se aproximaba a mi lugar. Me apresuré a servirme otro trago, ¿qué demonios hacía? ¿No se suponía que estaba con aquella muchacha? Bueno, de alguna manera tendría que haberme sentido más tranquilo, después de todo, se había alejado de la señorita pero ¿por qué? Si a mí me había parecido un tanto interesado en la chica…

Como un acto reflejo me froté la frente con los dedos de mi diestra, parecía que intentaba limpiar con los mismos los pensamientos al interior de mi cabeza. Me mordí el labio inferior al sentir esa ansiedad recorriéndome, estaba asustado y nervioso, no era un estado al que yo estuviera acostumbrado, no después de haberme convertido en detective. Pasaron solo unos segundos más antes de poder percibir cómo el asiento a mi lado era ocupado por aquel hombre, al momento decidí que iba a fingir que no había notado su presencia, esperaría unos minutos para no parecer sospechoso y me retiraría tranquilamente.

Tenía un “plan” y lo acataría con determinación, asentí con la cabeza de forma sutil, como si me estuviera aprobando a mí mismo y a mi patético plan improvisado. Tomé el vaso frente a mí, lo conduje hasta mis labios una vez más y antes de que pudiera acercármelo lo suficiente como para beber de él, le escuché dirigirse a mí.

Su comentario… bueno, ¿era alguna especie de coqueteo? ¿Acaso había dejado a su primera “presa” para venir detrás de mí o algo así? ¿Sería solo una casualidad de la vida y él no tendría ni idea de que, como mínimo, había estado observándole? ¿Notaría mi pulso acelerado y el temor que interiormente no podía controlar? Esperaba que no. Las dudas me atacaban constantemente y para colmo mi juicio se encontraba “comprometido” a causa del alcohol, en definitiva las circunstancias no cooperaban conmigo.

El tiempo que él bebió de su trago, en lugar de apresurarme a responderle, tan solo me sumergí en mi mente tratando de pensar en una línea de acción mientras regresaba mi vaso de whisky aún con su contenido intacto a la barra: «Vale, puedo seguir el juego un rato y luego fingiré que me ha surgido una emergencia, me iré como la victima que “no pudo ser” por cosas fuera de su control, todo estará bien, mientras no tenga idea de lo que soy y de que lo vi aquella noche, puedo encontrar una forma de zafar…», mis pensamientos fueron interrumpidos por sus palabras, él se me había adelantado, retomando la palabra antes de que siquiera fuera capaz de responder a su “creativa” forma de abordarme.

Al escucharle mis ojos se cerraron en medio de una mueca de lamento, no solo sabía que era un cazador sino también expresaba su conocimiento de mi presencia aquella noche. En verdad me lamenté por haber sido “descubierto”, lo odiaba, detestaba esa situación y el hecho de tener que afrontarla a pesar de que no quería. Mantuve los ojos cerrados y mis manos sobre la barra por unos instantes, ignoré su cercanía incluso si podía percibir que invadía mi espacio, me tomé unos segundos más para buscar el temple dentro de mí y cuando lo hallé no pude evitar soltar un profundo suspiro derrotado, tras el cual abrí los ojos y giré unos grados mi cuerpo para poder encararlo. Con mi siniestra tomé mi vaso y lo removí suavemente en el aire antes de hacer una seña con el vaso como si brindara por “algo” con él, entonces me lo llevé a los labios bebiendo su contenido de una, como llevaba haciendo todo aquel rato.

Pareces bastante curioso, los primeros minutos de conocernos y ya me has hecho más de una pregunta, yo diría que te hace falta un poco de autocontrol aunque… no creo que sea característica de vampiros ¿no? Sin embargo, estoy más acostumbrado a preguntar que a responder, ya sabes, gajes del oficio —respondí tratando de manejar y disimular ese leve arrastre de palabras culpa de la bebida que había estado consumiendo. Antes de continuar, eché una mirada a la chica en la que anteriormente le había visto interesado, por supuesto, sin ningún tipo de disimulo y mientras la miraba volví a hablar—: Dime algo, ¿es que acaso te gustan tanto los menores que has empezado a verlos por todos lados?  Porque si bien tienes razón, el whisky no es para niños, de hecho ninguna bebida alcohólica lo es… Resulta bastante obvio que yo no tengo la edad de uno. —En un acto de expresar cierto desprecio acompañé mis palabras con una sonrisa de costado.

Ah, de hecho me atrevo a asegurar que mi edad no concuerda con la de tu patrón de víctimas y por mucho —añadí desinteresadamente mientras usaba mi siniestra para volver a verter licor en mi vaso—. Por cierto, detesto que me amenacen, yo que tú no lo haría, porque puede que yo experimente miedo pero estoy seguro de que alguien como tú, tan apegado a sus instintos más básicos y salvajes, sabe que un animal asustado puede ser muy peligroso. Así que no trates de fastidiarme.

»Dicho eso… ¿por qué no me cuentas qué te trajo en la búsqueda de mi compañía? —Al terminar de hablar, tomé mi vaso pero no bebí de este, tan solo le mantuve en el aire, removiéndolo y observando el contenido del mismo moverse. Había tenido la oportunidad de aclarar que, de hecho, no estaba vigilándolo ni pretendía ir detrás de él, pero no lo dije porque aún no sabía si esa información podía ser positiva o no, necesitaba tratarlo un poco más antes de decidir.
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