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Smell [priv-Kamijo]

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Mensaje por Mitsu Lun Jul 15, 2013 7:52 am

Observar.

Tenía algunos días sin hacer otra cosa diferente a observar. Unos cuantos días atrás, en uno de mis paseos nocturnos, terminé frente a la entrada de un hospital, caminaba tranquilamente por la acera con ese sentimiento de estar aburrido, desde hacía tiempo que no encontraba nada interesante qué hacer, cazar no me parecía una divertida opción, y no había encontrado a alguien con quien me interesara jugar siquiera un rato. Pero fue en ese lugar donde encontré lo que había estado buscando. Un hombre rubio, bastante atractivo, salía de aquel hospital, sus ondulados cabellos se movían con la ligera brisa nocturna, su lengua remojaba furtivamente aquellos rosados labios, los hermosos ojos que poseía; se enfocaban en cosas que yo no llegaba a saber qué eran, porque simplemente me embobaba en sus azulinos orbes. La tenue brisa traía hasta mí el embriagante aroma que el hombre despedía, el cual se mezclaba con el enloquecedor olor del  líquido carmín que corría por sus venas.

Contemplé aquella hermosa faz durante los instantes que me fue posible, incluso le seguí durante algunas calles, aprovechando esos preciados instantes para recorrer las facciones que alcanzase a ver, para memorizar los gestos y movimientos que llegase a presenciar… me detuve al darme cuenta de que eso era una completa locura. Al día siguiente volví a ir al mismo lugar, esperé todo lo que fue necesario hasta que nuevamente le vi saliendo del mismo hospital, de nuevo le seguí unas cuantas calles y volví a dejarlo. Mantuve esa pequeña rutina durante algunos días, mientras que en mi mente se iba formando una idea, un deseo… una necesidad, desde el momento en el que le “conocí” —si es que así podía llamarlo—, quedé enamorado de esa principesca apariencia, del porte elegante que aquel hombre mostraba, de su forma de andar y de los ademanes que solía hacer. No solo quería probar su sangre; ese magnífico, atrayente y cálido liquido que bombeaba su corazón, yo empecé a quererlo todo para mí… notaba como ese caballero era capaz de llamar la atención de más de una mujer, incluso de algún hombre, y con los días eso terminó por matar mi paciencia, mi compostura.

Yo no era un vampiro que se obsesionara con facilidad, necesitaba alimentarme sí, pero las personas nunca me interesaban más de la cuenta, no significaban más que alimento, mas en ese momento estaba dispuesto a convertir a ese alto rubio de hermosas facciones, en un prisionero de mis egoístas deseos. Pude averiguar unas pocas cosas de él, como su nombre y el lugar en el que vivía, pero no tenía tiempo ni ganas de seguir con ese juego a distancia, así que preparé lo necesario para llevar a cabo ese plan que tanto había estado rondando mi mente.

Ese viernes por la noche me ahorré el paseo y fui hasta el hospital en auto, me estacioné a una calle del mismo, por donde sabía que él pasaría al ir camino a casa, bajé del auto y esperé a que el momento llegara, dado a que era de noche y esa calle no era muy transitada, yo tenía las de ganar, y tampoco es como que él saliera de su trabajo a una hora muy prudente…

Tan solo fueron necesarias un par de horas antes de percibir ese característico aroma, la ansiedad me invadió, la emoción de estar tan cerca de cumplir mi objetivo me llevaba a apretar mis puños, la fragancia estaba cada vez más cerca, entonces… desde la oscuridad de mi escondite pude verle pasar casi frente a mí, unos segundos después comencé a caminar detrás de él, buscando no hacer mucho ruido con mis pisadas. Del bolsillo de mi abrigo, saqué una jeringa con un sedante bastante fuerte; una dosis que le dejara inconsciente durante un par de horas, las suficientes para llevarle a donde planeaba.

Apresuré el paso y antes de llegar a mitad de la calle, estiré mi mano izquierda hacia su respectivo brazo, deteniendo su caminar, y la derecha; inmediatamente clavó la jeringa en el cuello ajeno, inyectando el líquido por completo. Escuché una queja a la cual no le tomé importancia, retiré la jeringa y la deposité en mi bolsillo, me abracé a aquel brazo que había usado para detener su andar, y como si de una pareja se tratase, le obligué a dar media vuelta y caminar conmigo hacia el auto. Giré mi rostro tan solo para ver la confusión en el suyo, y fue entonces que decidí proferir unas cuantas palabras:

—Buenas noches. —Le sonreí—. No se moleste en decir nada… —dije con amabilidad mientras continuaba tirando de su brazo, apresurando el paso—. Tampoco intente preguntar cualquier cosa… no recibirá respuesta, pero créame… en un futuro cercano, tendremos muchísimo tiempo para hablar.

A unos cuantos pasos del carro, y luego de que el andar torpe del contrario fuese un verdadero obstáculo para seguir avanzando, lentamente fue desfalleciendo, me vi obligado a usar ambas manos para no dejarle caer completamente al suelo, rodeé su torso con mis brazos y aferré mis dedos a sus ropas, dado a que yo no era tan alto, la cabeza ajena quedo recargada sobre uno de mis hombros y con el mínimo inclinar de mi cabeza, pude aspirar el maravilloso olor de aquellos rubios cabellos.

—¡Dios santo! De cerca huele aún más rico… —susurré infantilmente para mí mismo antes de apresurarme, arrastrando con un poco de trabajo el cuerpo ajeno hasta mi auto, tuve algunas dificultades con eso de abrir la puerta trasera del carro y meterlo en el asiento, pero al final lo logré, estaba muy feliz de que todo saliera tan bien, y la emoción solo aumentaba… todavía tenía un par de cosas planeadas para él, y estaba más que ansioso por llevarlas a cabo.

Residencia:

Conduje lo más rápido que pude hasta mi hogar, tenía una “pequeña” casa a cierta distancia del lago, cuando llegué, estacioné el auto frente a la entrada y en cuanto bajé del mismo, la chica de la servidumbre salió a recibirme, le pedí que fuera por los dos empleados que había solicitado para aquel día, y tras unos cinco minutos ya estaba regresando en compañía de ellos, les guié hacia la puerta trasera del coche, y tras abrirla ordené:

—Llévenlo a mi recamara, luego de ello aseguren la salida trasera y la de la piscina, y finalmente, abandonen la residencia…

Aquellas tres personas asintieron y mientras ellos cumplían con mis órdenes, yo fui hacia una de las diversas habitaciones del lugar, sacando de ella un traje que había preparado específicamente para esa ocasión; un pequeño capricho que no pude evitar. Salí de ese pequeño cuarto y recorrí un tramo de la enorme habitación circular que conectaba con otras, llegué al pasillo que conectaba a la siguiente construcción que, a diferencia de la primera, respetaba una forma cuadrada, avancé por unos cuantos pasillos más antes de llegar a mi recamara, y me adentré cuidadosamente a pesar de que sabía que el otro no despertaría hasta dentro de un rato. Caminé hacia la cama tranquilamente, observando el cuerpo ajeno tendido sobre ella, hasta el momento no había tenido el privilegio de verle “dormir”, por lo que esa imagen tan apacible me terminó dejando embobado por unos minutos, aunque claro que me obligué a reaccionar pues no quería perder mucho tiempo. Con bastante dificultad alejé mi vista de ese bello rostro y me dispuse a hacer lo que tenía planeado.

Dejé el traje al pie de la cama y me fui a sentar a un costado del cuerpo ajeno, más o menos a la altura de su cintura, me acomodé de modo que pudiese verle y acercar mis manos a su cuerpo, específicamente al cuello del abrigo que llevaba, ya que no le portaba abotonado, solo bastaron unos cuantos tirones aquí y allá para sacárselo, deposité la prenda sobre mi regazo y tras ello, llevé mis dedos a desabrochar los botones de la camisa ajena, disfrutando inmensamente del hecho de poder ver esa piel tan anhelada, de momento me abstuve de tocarla, antes debía finalizar mi tarea, más tirones de tela por aquí y por allá para terminar dejando expuesto el torso del rubio. Dejé ambas prendas de lado para poder levantarme, y así colocarme de modo que pudiera retirar la siguiente penda con facilidad. Lentamente desabroché los pantalones ajenos y del mismo modo, comencé a retirarles, bajándoles por las níveas piernas del más alto, al llegar a los tobillos tuve que encargarme de sus zapatos y demás, pero eso no representó ningún problema.

Me erguí para observar la semi-desnudez del cuerpo ajeno, y fue entonces que decidí darme un pequeño premio por mi astucia. Posé ambas manos sobre los empeines del contrario, tocando con las yemas de mis dedos la tersa piel del mismo, sosegadamente fui recorriendo esa piel inexplorada, subiendo por las espinillas, pasando por sus rodillas y continuando por los muslos; lugar donde no pude evitar dar un par de apretones en cada uno, mis manos continuaron deseosas su recorrido, llegaron a la pelvis y, por sobre la ropa interior, se juntaron en ese cálido lugar; cubrieron con sus palmas la entrepierna ajena, dejando que la ávida piel de las mismas se llenara de el calor que esa zona despedía, unos minutos permanecí de ese modo antes de apretar suavemente el miembro ajeno, luego de ello seguí con el recorrido, ascendiendo por el torso del médico, en ese punto opté por subir sobre su cuerpo, sentándome sobre sus caderas mientras las yemas de mis dedos recorrían curiosas la piel del torso ajeno, las suaves caricias llegaron hasta el cuello del rubio, y como guiados por el deseo; mis dedos buscaron su pulso… cerré los ojos mientras contaba cada latido e inevitablemente, me relamí los labios al pensar en probar el —seguramente— delicioso sabor de su sangre.

Lentamente fui inclinándome sobre su cuerpo, sabiendo que mi rostro se acercaba al suyo, y justo cuando pude sentir su tranquila respiración chocando contra mi cara, abrí los ojos, teniendo frente a ellos la imagen apacible de aquel hombre, sonreí ampliamente mientras posaba la mirada sobre sus rosados labios, tan hermosos, tan llamativos… me sonrojé al darme cuenta de lo mucho que deseaba probarlos, pero era inevitable; se veían tan bonitos… ¿y si luego de despertar no tenía oportunidad de conocer su sabor? El miedo irracional me invadió, realmente, quería sentir su agradable temperatura, la textura y demás, fue por ello que me armé de valor, terminé con esa molesta distancia entre nosotros, uniendo mis labios a los suyos, cerré los ojos para concentrarme solo en percibir, y ahí estaba ese dulce sabor, esa extraña sensación, el cosquilleo en mis labios más la calidez de los suyos, sentí como si hubiese estado en medio de una tormenta de nieve, sin abrigo alguno, y el calor emanante de esos labios; fuese el manto que me protegiese del gélido viento…

Lamentablemente solo pude regodearme de ello unos instantes, minutos tal vez. El tiempo era algo muy importante, no quería que se despertara antes de estar listo. Bajé de su cuerpo y de la cama, tomé el traje anteriormente dejado al pie de esta y comencé la labor de colocárselo: lo primero fue la camisa negra; de la cual cuide muy bien el detalle de los holanes en el cuello y mangas, luego el pantalón, el fajín, un hermoso chaleco negro con bordados en color dorado, un saco de color rojo; también con bordados dorados entre otros adornos, más unos guantes oscuros y la botas; las cuales llegaban a la altura de la rodilla. Cuidé cada detalle del vestuario, a decir verdad batallé bastante y me tomé mi buen tiempo para terminar de vestirlo, de haber sido humano habría terminado completamente exhausto, al revisar que el atuendo estuviese en orden y luego de dar por finalizada mi tarea, me dediqué a contemplarle unos minutos más, se veía encantador con ese traje, tal como lo imaginé, realmente parecía que en lugar de secuestrar a un doctor, había secuestrado a un príncipe.

Sin poder evitarlo, me acerqué a dejar un montón de besos sobre sus mejillas y frente, tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para abandonar aquella habitación, llevándome un osito de peluche conmigo, ya que mientras el rubio aún “dormía” yo iba a necesitar un poco de compañía. Me dirigí tranquilamente hacia la sala principal; un lugar que yo creía era perfecto para… esperar, al llegar me recosté sobre el blanco sofá, de manera que pudiese observar a través de las ventanas lo que justo en ese momento acontecía afuera. Las primeras gotitas de agua chocaban contra los cristales, mostrando apenas una ligera llovizna que esperaba, pronto se volviera más abundante, porque esas lluvias que duraban horas y golpeaban sonoramente contra el cristal; me encantaban.

Apreté el pequeño oso contra mi pecho, y me quede pensando en lo que haría cuando despertara, ahora que le tenía allí la emoción me ponía un poco nervioso, además de que nunca había tenido una charla con él, aquella sería la primera vez, y eso lograba despertar aún más mis nervios. En ese momento, ponerme nervioso y tranquilizarme, una y otra vez, era lo único que podía hacer mientras esperaba.
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Mensaje por Kamijo Lun Jul 22, 2013 10:38 pm

Los días andaban como muchísima calma últimamente. No había más que revisiones de rutina, las operaciones programadas para ese mes y aunque sí, tuvo alguna que otra emergencia, no había sido lo suficientemente grave como para alterar el orden de como se le estaba yendo la semana. Sí bien, un médico no puede decir que tenga una semana aburrida, pero quizá si pudiera señalar que todo estaba demasiado tranquilo para su gusto; pese a ello, aún acostumbraba salir hasta tarde del hospital y es que tanta calma por aquella semana le hacía pensar que se trataba de << la calma antes de la tempestad >> y eso de alguna manera le tenía inquieto.  

Se preguntaba, internamente, si esa sensación se atribuía realmente a la quietud de su recinto de trabajo; hacía días que algo no le dejaba estar a gusto, como si tuviera algo que le cayera sobre los hombros y aunque eso pudiera ser excusado con el estrés del trabajo, aumentaba cuando salía de este, lo cual era ya por si solo extraño. Decidió dejar pasar por alto todo aquello. << Necesito un descanso >> se repetía una y otra vez y aprovechando la cercanía del fin de semana, se valió de las horas extras y demás para pedir un pequeño descanso. El viernes estaba a tan solo un día de llegar y solicitó que el sábado y el domingo fueran libres; no tuvo problema en obtener el permiso, además se puso a disposición de que: si había una emergencia, el hospital estaba en toda su libertad de llamarle.

El viernes transcurrió un poco más agitado en lo que a trabajo se refería; tuvo una operación que le tomó de las ocho de la mañana hasta casi las seis de la tarde y enseguida de eso, debía supervisar los tratamientos de recuperación de pacientes que había operado semanas antes, por lo que las horas, le fluyeron de las manos como agua y cuando menos lo pensó, al echar un vistazo al reloj de su muñeca izquierda, atisbó que ya eran casi las diez de la noche. Se apresuró a dejar todos sus papeles en orden, además de encomendar revisiones de rutina a sus colegas de piso y salió del hospital cerca de las once.

Conducir, ya no era una opción para él; ya no tenía confianza de tomar el volante a esa hora y aunque fuera muy cauteloso al momento de llevar en marcha el auto, prefería prevenir y caminar a casa, que lamentar que el cansancio le jugara una mala pasada; así pues, anduvo las primeras dos calles del hospital hacia su casa con un paso tranquilo y sin embargo —a sabiendas que tendría dos días para descansar— no dejaba de sentirse inquieto. Suspiró lánguidamente y por mera inercia volvió a checar la hora en su reloj: habían pasado escasos dos minutos de la última vez que lo había hecho. Sonrió débilmente, extrañado de su ansiedad y quizá fue eso lo que no le permitió reaccionar a tiempo a aquello que se interpuso en su camino…, aunque tampoco es como si hubiera tenido tiempo de hacerlo.

Sus pies se arrastraron un paso hacia atrás al ser detenido tan abruptamente y entre aquella confusión, apenas si alcanzó a vislumbrar una vaga imagen del rostro de aquella persona que le había abordado, cuando sintió el repentino pinchazo en la carne de su cuello. De entre sus labios emergió una incontenible queja y aunque su primera reacción fuera querer resistirse a aquella inyección, sabía que si tensaba su cuello, las cosas saldrían peores. Relajó los músculos de su cuello y pese a su respirar agitado, movió sus labios tratando de articular alguna oración en contra de aquel ataque, cosa que le fue imposible. El líquido que fluyó de aquella jeringa le provocó un hormigueo que se expandía de su cuello hacia sus hombros, sus ante brazos, sus manos y finalmente sus dedos comenzaron a cosquillar, sintiéndose débiles repentinamente e incapaces de seguir sosteniendo el maletín que llevaba consigo.

Como un eco muy lejano dentro de su cabeza, escuchó el golpe de su pertenencia al caer al suelo al mismo tiempo que sus piernas se apoyaban firmemente, tratando de menguar ese flaqueo, buscando impedir que estas se doblegaran y le llevaran al suelo. Sus ojos —cuyas pupilas se habían dilatado— se deslizaron en busca de su agresor y no encontraron más que una imagen borrosa y sin forma que trató de enfocar sacudiendo su cabeza un par de veces mientras apretaba débilmente los puños y buscaba cualquier medio para impedir que el camino de su paso fuera manipulado; cosa que obviamente, le fue imposible. Aquella voz resonó en su cabeza como si viniese del eco de un disco rayado y atribuía el sonido grueso y profundo de aquella voz a su próximo estado de inconsciencia; apenas si podía seguir el movimiento de su cuerpo, se sentía cual muñeca de trapo en manos de un infante y las reacciones vagas y torpes de sus extremidades, le estaban provocando una desesperación mental de la que se quejaba internamente, incapaz de poder articular oración alguna. Lo siguiente que pudo atisbar, fueron sus labios sintiendo  el roce de una piel tersa y  firme, pero de una temperatura tan baja que le provocó removerse en busca de saber a quién pertenecía, algo que definitivamente no alcanzó a descubrir ya que su lucidez finalmente cayó rendida al mismo tiempo que sus parpados cubrían con la oscuridad, aquella vaga figura de cabellos áureos.

~
Se removía entre sueños. Las imágenes de su rapto eran presentes en esos sueños inconscientes  y de alguna manera la pequeña secuencia de eventos tomaba un transcurso diferente cada vez que se repetían en su cabeza: en una las manos de su captor se encargaban de abrirle las ropas, en la siguiente las manos de aquél le recorrían haciéndole estremecer, regresándole aquellos hormigueos y cosquilleos por las piernas que habían provocado el lenitivo que seguramente habían usado en él y en las ultimas ya podía sentirle tan pegado a si, que juraba sentir un peso sobre su cuerpo y una tensión, una descarga que anidaba en su vientre bajo y se libera en sus labios con un jadeante suspiro que fue amortiguado por una boca que se entregaba con devoción a la suya. Movió los labios como si buscara que aquella boca le entregara la conciencia, pero antes de que eso fuese llevado a cabo, esos labios se alejaron llevándose consigo un vestigio del deseo maquinal de continuar.

Embriagado aun de aquel emoliente, tenía una ambigua percepción de su movimiento, o si de aquel era un movimiento guiado por sus propias motrices, pero aunque no lo fueran, le resultaba imposible aun controlarlas o detenerlas, pero aun así, estas se detuvieron al cabo de un rato, dejándole en aquel estado de letargo del que ya no tardaba en despertar o al menos, eso esperaba.

Pasaron quizá… ¿minutos? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se encontraba caminando hacia casa? O mejor pregunta aún: ¿Con qué motivo había sido retenido de aquella manera? Y esa misma pregunta le trajo enseguida otra que resultaba quizá de mayor importancia: ¿Quién era el protagonista de su rapto?

Bien, al menos su mente ya estaba lo suficientemente lucida para cuestionarse de aquella manera, pero a su cuerpo le tomaría quizá un momento más; aún se encontraba con los ojos cerrados, pero,  entre pequeños movimientos para retomar el control de sus extremidades, se había percatado de que se hallaba sobre una cama. Sus manos se deslizaron por su nuevo entorno, tanteando este antes de darse una pequeña vuelta hacia su derecha al momento justo en que sus parpados se iban abriendo desvelándole la imagen nubosa de una ventana, cuya cortina se movía grácilmente, agitada por el viento que traía consigo el aroma de la lluvia.

De golpe, sus ojos se abrieron a pares y giró hacia su izquierda en busca de su captor al momento que se levantaba abruptamente, sentándose sobre aquella cama, lo que le provocó una ligera sensación de náuseas y una languidez que le recorrió toda la espina. Se llevó ambas manos al rostro y con sus dedos comenzó a masajearse la frente y las sienes tratando  de espabilarse un poco más. Movió sus piernas débilmente, arrastrándolas por entre aquella fina sábana que cubría la cama y cuando apoyó los pies sobre el suelo, se percató de cómo sus rodillas se alzaban un poco más de la cuenta, debido al tacón de las botas que ahora llevaba. Una enojosa sensación le invadió por completo al ver el cambio total de sus ropas.

Se levantó de golpe, sin importarle aquel mareo que aún le achacaba, y examinó lo que ahora le ataviaba: el saco, las botas esa camisa de corte victoriano… ¿Qué clase de persona le había llevado ahí? Se preguntó internamente y al no ver otra presencia en aquel sitio, se dispuso firmemente a salir de ahí para encararle.

Sus iban con cierta oscilación al grado de hacerle apoyar una de sus manos  sobre la pared del pasillo por el que avanzaba; estaba de sobra decir que su semblante —la mayor parte del tiempo etéreo— se encontraba duro, tenso de esa sensación encolerizada que le embargaba ante tales acciones por parte de aquella persona que se había dado el atrevimiento de no solo raptarle, sino que había invadido cierto grado de su privacidad al despojarle de sus ropajes y aunque no sabía en clase de situación era la que su captor quería ponerle, se arriesgó a seguir avanzando por los pasillos de aquella edificación. Quizá en otro momento se hubiera detenido a admirar lo ostentosa que aquella casa era; los muebles, los adornos, todo en definitiva reflejaban un buen gusto y daban el aspecto de la casa de alguien acaudalado. Pero aquel, no era el problema del momento.

Removió sus hombros bajo aquel saco carmín y sus dedos se sacudieron frotando el material de los guantes que llevaba.

—Dónde… —masculló para sí mientras deslizaba la mirada por otra de las habitaciones y al no ver presencia alguna, siguió avanzando hacia lo que representaba la sala principal del lugar. En aquel punto su caminar ya era más espabilado y había recuperado en su totalidad el discernimiento de sus sentidos por lo que, al momento de pasar por la entrada de la nueva habitación, no le costó trabajo percatarse de la pequeña persona que invadía uno de los sofás.
Se quedó un momento simplemente de pie, con sus orbes claros fijos en aquella persona a quien escrutaba tan minuciosamente como la distancia le permitía y, cuando se percató de aquellos dorados cabellos, fue que cayó en una posibilidad: ¿Realmente pudiera ser aquel muchacho quien le llevó hasta ahí? Le parecía imposible dada su pequeña complexión y lo alto que era él, pero comenzando a remembrar las vagas escenas de su captura, realmente parecía una posibilidad muy grande.

El golpeteo de las gotas de lluvia sobre los cristales se había convertido en la música de fondo para aquel encuentro y, dando un paso hacia la entrada del sitio, inquirió a aquel muchacho, que observaba fijamente, en un susurro:

—¿Y tú eres? —Comenzó a acercarse, con un paso un tanto más apresurado; su mirada se volvía hosca y acusante para con el joven, pero no volvió a cuestionarle hasta que estuvo delante de él, mirándole con cierto deje de desdén desde su altura—. ¿Has sido tú quien me ha traído hasta aquí? —Ladeó el rostro y recorrió con la mirada aquella figura infantil que se aferraba a aquel juguete de felpa, antes de inclinarse hacia él, llevando su diestra a apoyarse al costado de la cabeza del joven, justo en el respaldo de aquel sofá—. ¿Qué motivo ha sido lo suficientemente válido para que llegaras hasta esto conmigo? —Arrugó la frente y sus dedos apretaron el material de aquel sofá con fuerza antes de erguirse de nueva cuenta entre que soltaba un pequeño y fastidiado suspiro—. Devuélveme mis ropas —exigió—, no tengo ningún trato contigo, así que me iré ahora…

Quizá nunca había tratado de aquella manera a alguien, pero estaba molesto y aunque eso raro ocurría, justo ahora le había embargado un sentimiento de intolerancia para con aquel joven, a quien observaba  directo a los ojos, de una manera tan seria y distante, en espera, ya no tanto de que le respondiera sus preguntas, sino que devolviera sus pertenencias para poder salir de ahí de una vez.
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Mensaje por Mitsu Miér Jul 24, 2013 3:13 am

La inmensa calma y el único sonido de la lluvia, me permitieron notar el tenue ruido de las pisadas de mi invitado, el cual, al parecer, ya se encontraba despierto. No me moví de mi lugar, esperé pacientemente hasta que encontrara el camino a la habitación en la que me encontraba, y así fue, unos cuantos minutos luego de que notara su andar, ya se hallaba en la entrada de la sala.

En cuanto le escuché hablar, me incorporé para así poder observarle, mi mirada se iluminó al verle portando aquel traje, aunque su caminar no me gustó para nada, demasiado presuroso y poco elegante para mi gusto, independientemente de ello, apreté el peluche entre mis brazos debido a la emoción que me causaba verle vestido así. Escuché con un bajo grado de atención las palabras del mayor, no las ignoré por completo, pero podría decirse que estaba totalmente embelesado con la imagen frente a mí, no obstante, su semblante y la forma en la que se dirigía a mí, tampoco fueron de mi total agrado.

Si había formado una amplia sonrisa al verle, esta se descompuso ante la última exigencia del rubio. Es claro que su reacción me desilusionó, muy a pesar de que en el fondo sabía que era normal, mi modo infantil de pensar me decía que aquella respuesta para con mis acciones era completamente injusta. Bueno pero eso no era lo importante, al menos no en el momento, no responder a sus cuestionamientos para mí sería algo de muy mal gusto, así que trate de recordar el orden de sus preguntas, sin despegar la mirada de la ajena, que en ese momento mostraba emociones que para nada me satisfacían, pero que ya me preocuparía por arreglar después. Con las preguntas en mi cabeza, redibuje una tenue sonrisa en mis labios y, con la tranquilidad e infantilidad que me caracterizaban, comencé a contestar:

—Buenas noches, Kamijo-san —saludé de primera instancia—. Mi nombre es Mitsu, y sí, he sido yo quien le ha traído hasta este lugar; mi hogar. —Desvié la mirada de la ajena, la cual ya me estaba empezando a molestar, porque sí, yo era infantil, pero eso no me hacía alguien de carácter débil (al menos no completamente), todo lo contrario, me convertía en un “chico” con un carácter bastante explosivo, con el que, mayormente, me aprovechaba de mis habilidades vampíricas,  las cuales me rehusaba a usar con alguien que me interesaba tanto.

—No entiendo a qué apunta al decir “esto”, pero si se refiere al secuestro… —Bajé la mirada y senté al pequeño oso sobre mi regazo, jugando con sus bracitos, buscando con ello distraerme de lo que estaba por decir, ya que a pesar de estar acostumbrado a ser directo, pronunciar algo como lo que estaba a punto de salir de mis labios; me avergonzaba—. Lo hice porque me gusta… no, no me malentienda, no me gusta secuestrar. Me gusta usted… —aclaré al darme cuenta de que sonaba un poco ambigua mi primera oración—. Y si habla de lo de la ropa, el motivo es que, la primera vez que lo vi saliendo del hospital, más que un doctor parecía un noble por la forma de andar y por sus ademanes, y su presencia, y todo eso… —Tomé al osito para retirarlo de mis piernas y sentarlo a mi lado, dándole unas cuantas palmaditas  sobre su cabeza—. Pero juro que no vi más de lo necesario —aseguré infantilmente mientras asentía con la cabeza, sin mencionar lo otro que no había involucrado observar sino tocar.

Luego, sin prestar atención a esa posición que mantenía el contrario, me levanté de mi lugar acercándome al enorme ventanal, ignorando de momento la presencia ajena, de lo contrario, iba a terminar lanzándomele encima para llenarlo de besos y apachurrarlo como si fuera un muñeco de peluche demasiado bonito, cuando en ese momento; eso no parecía una buena idea.

—Oh, sí, lo último, pues… me temo informarle que no se irá… —A pesar de las palabras, mantuve el toque de amabilidad en mi voz—.  Con o sin su consentimiento se quedará aquí, tampoco voy a devolverle nada de lo que le quite sin obtener algo a cambio, puede intentar huir pero no lo logrará… eso solamente lo hará mucho más divertido para mí. Puede disfrutar de su estancia aquí o puede no hacerlo, es su decisión. —Levanté mi mano derecha para recargarle sobre el cristal—. Pero entienda que… bajo ninguna circunstancia le dejaré ir, ninguna. —Mi tono cambió de amable, a frio y decidido, mostrando así que aquella decisión no estaba sujeta a discusión—. Así que puede aprovecharse de mi hospitalidad cuanto quiera. —Y ahí estaba la cordialidad de nuevo.

—Ahora que ya he respondido a sus preguntas, me gustaría saber ¿cómo se encuentra? —Me giré para observarle nuevamente—. Debió reposar un poco más… ¿Le gustaría comer o beber algo? —A pesar de mis cuestionamientos mantuve cierta distancia, ya que el contrario se mostraba enfadado y yo no quería incomodarlo aún más.
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Mensaje por Kamijo Vie Jul 26, 2013 8:27 pm

Trataba de calmarse claro; era una persona más bien tranquila y aunque no había alcanzado a controlar su repentino enfado, mientras observaba a su interlocutor, transformaba aquel semblante distante y enfadado, por uno etéreo; se había quedado de pie delante del joven e, iniciadas sus palabras, se dedicó a prestar completa atención, esperando únicamente la respuesta a su exigencia y claro, una respuesta del porqué había terminado ahí.

Con el transcurso de las palabras de aquel joven, comenzaba a sentirse quizá algo extraño; mejor dicho no sabía cómo sentirse al respecto con aquella supuesta confesión que hacía el contrario. Por su cabeza cruzaron algunas terminologías para dar explicación a su sentir con respecto a eso y se mentiría a si mismo si dijera que no se sintió de alguna manera halagado con ciertas oraciones por parte del rubio; sin embargo, a pesar de lo que pudiera gustarle al joven, así como éste aseguraba, el  llevarle ahí a contra voluntad y el haberle despojado no solo de sus pertenencias sino también darse ese atrevimiento de sustituir sus ropas, no era algo que se pudiese justificar con aquello. Aun así, su semblante era más tranquilo, trataba de comprender la situación a la que el muchacho le había llevado y buscaba cierto entendimiento a sus razones.

Sus se deslizaron con la misma calma con la que el contrario se aventuraba un poco por el sitio, quedándose fijos en la espalda del muchacho y dando únicamente ocasionales vistazos a la ventana; el clima apuntaba a una próxima tormenta y realmente, si lo analizaba, al no tener idea de que tan lejos estaba de la ciudad y con aquel diluvio anunciándose, de momento, no era buena idea salir de ahí. Debía averiguar un poco más y ciertamente no estaba muy dispuesto a acceder a aquel encierro que pregonaba el joven; a pesar no mencionar nada para contradecir lo dicho por el rubio, se negaba rotundamente a aquella idea. Encontraba absurdo el hecho de no volver a salir de ahí, pero no veía conveniente el volver a reaccionar como hacía unos instantes, si volvía a reprochar de alguna manera se arriesgaba a que el joven reaccionara de alguna manera más agresiva y la verdad era que él no era de tener esa clase de enfrentamientos, prefería razonar un poco y ver qué era lo que se podía hacer de la manera más tranquila, así que, tras el último cuestionamiento del muchacho, inhaló y exhaló profundamente antes de dirigirse a un sofá para una sola persona donde se tomó el atrevimiento de tomar asiento.

—Realmente, no deseo nada… —dijo de la manera más atenta  y elevó su pierna derecha para dejarla caer enseguida sobre la izquierda, apoyó sus manos sobre los brazos de aquel mueble y fijó su serena mirada en el joven—. Debo decir, que tienes una manera bastante peculiar y…, drástica de demostrarle a alguien que te gusta. —Flectó uno de sus brazos y ladeando un poco su rostro, descansó su mejilla del mismo hemisferio en el dorso de su mano—. Te seré sincero, Mitsu, la idea de quedarme aquí no me agrada en absoluto. Debes saber que no soy alguien quien pueda darse el lujo de abandonar su vida y sobre todo su profesión así como así; así que, siento decirte que de una u otra manera, debo regresar a tomar mi cargo en el hospital. —Su voz era serena, un semblante etéreo invadía su rostro y procuraba hablarle con cierta dulzura al muchacho dado ese carácter en extremo infantil que había demostrado anteriormente.

—Y, analizando la situación, realmente sé que puedo dudar mucho de que me dejes ir así de fácil; pero has puesto una opción a mi petición:  ¿Quieres obtener algo a cambio? Bien. —descruzó sus piernas, encorvó su cuerpo hasta apoyar los codos en sus rodillas y creó un soporte con sus manos enlazando las mismas para que descansara su mentón; miró al muchacho con seriedad y tras un breve instante, sus labios se entreabrieron para cuestionarle en un silbante murmullo:

—¿Qué es lo qué quieres de mí, Mitsu?
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Mensaje por Mitsu Sáb Jul 27, 2013 7:23 am

Seguí con la mirada cada movimiento del contrario, escuchado con suma atención sus palabras,  guardando silencio hasta que llegara el momento oportuno de intervenir. Claramente yo continuaba medio embobado con tan atractiva apariencia, realmente, había hecho un grandioso trabajo a la hora de elegir aquellas ropas para él, en cuanto escuché las últimas palabras del rubio que venían en forma de cuestionamiento, entreabrí los labios con toda la intención de responderle, sin embargo, quería tomarme el tiempo para meditar mi respuesta, junte los labios de nueva cuenta, mordiendo sutilmente el inferior y, tras unos cuantos segundos, pronuncié:


—Deme un momento, cuando vuelva le responderé. —Acompañé aquellas palabras con el asentir de mi cabeza, y salí de la habitación encaminado hacia la cocina, no tardaría mucho y, aunque el rubio no me hubiese pedido nada, yo tenía antojo de helado, tomarme el tiempo para servirme un poco, no solo me dejaba satisfacer el antojo, sino también me daba los minutos suficientes como para pensar bien lo que diría, tampoco es como que quisiese sonar muy descarado o algo por estilo. En la cocina tomé una copa de la alacena más una pequeña cuchara, y saqué del refrigerador un bote de helado de chocolate, eché una considerable cantidad en aquel recipiente de cristal, dejé el bote de helado en su anterior lugar, y regresé a la sala con la copa y la cuchara en mis manos.


—Siento haberle hecho esperar, tenía antojo de helado… —comenté mientras tomaba asiento a lado del osito, me llevé la primera cucharada de helado a la boca, tomándome el tiempo para saborearle mientras rememoraba sus palabras—. Bueno, en primera… yo no diría que “mi manera de demostrarle a alguien que me gusta” es drástica… más bien, considero lo que hice como una acción precavida. Usted no lo nota, pero es demasiado llamativo para las personas… como yo. —Tomé un poco más del helado y lo llevé hasta mis labios, jugando un poco al mover la cuchara para embarrar un poco del chocolate en ellos, seguidamente, relamiéndoles antes de meterme la cucharada de helado a la boca.


—En segunda… —Una vez que termine de limpiarme los labios con la lengua continué—: Lo de regresar al hospital… bueno, eso depende mucho de cómo se comporte. Si puede o no dejar su trabajo de un día a otro, no es algo de lo que yo sea capaz de preocuparme… —Traté de no sonar muy grosero, quizá. La verdad era que yo solamente tenía un único interés, no me preocupaba su trabajo, o si debía o querría volver a este, y yo no iba a mentirle fingiendo que aquello me importaba, pero tampoco sería tan descarado como para admitirlo así como así, tan crudamente.

—Y respecto a lo otro… una cosa es que yo quiera sacar provecho de su petición, podría pedirle cualquier cosa sencilla a cambio de darle lo que desea, pero lo que yo verdaderamente quiero no está sujeto a intercambio… —Me atreví a fijar, finalmente, mi mirada sobre la ajena, el color azulado de los iris me parecía hermoso, me encantaba, la verdadera pregunta era << ¿hay algo que no me guste de él? >>, dentro de mi cabeza un rotundo  << no >> se “escuchó”.


—Y bueno… al final, no es lo que quiero de usted… es que lo quiero a usted. —Dejé la copa sobre la pequeña mesa de vidrio y me levanté, acercándome hacia donde el rubio se encontraba, me arrodillé frente a él, y me senté entre mis pies, observándole fijamente—. Uhm Aunque no lo crea no suelo acosar gente, y tampoco secuestrarla. No me importa compartir veinte, treinta minutos, o unas horas con alguien, el tiempo nunca es importante… tampoco me interesa quien vea a los demás, quien se sienta atraído por la persona que momentáneamente sea de mi agrado, si en el futuro abrazará, besará o simplemente tocará a alguien más, no me importa. Los humanos no me interesan, me da igual lo que hagan o dejen de hacer, pero… hace días que me siento intranquilo, me molesta quien voltea a verle en la calle aunque usted no se dé cuenta, quien lo toca, quien habla con usted, prácticamente todo aquel que se le acerca me hace sentir… —corté la oración, sin saber realmente cuál era la palabra, pero en aquel momento, un solo termino escapó de entre mis labios—: celoso. —Levanté mis manos, colocándoles a la altura de mi pecho y jugando con mis dedos entre sí.


—Eso me hace sentir extraño… —susurré para mí mismo antes de agregar—: En conclusión, quiero su tiempo, su corazón, sus palabras, sus cariños y todo lo que tenerle implicaría, pero no quiero una entrega tan trivial como la de los humanos, quiero una verdadera y total —culminé, sin abandonar el tono infantil en mis palabras, pero mostrándome completamente sincero.
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Mensaje por Kamijo Dom Jul 28, 2013 5:33 pm

Miraba atentamente al joven, atento y curioso, en espera de aquella ansiada respuesta; por un lado le alteraba los nervios el estar cautivo en aquel sitio y por otro, le llenaba de intriga saber que era lo que pasaba por la cabeza de aquel joven rubio a quien si alguna vez se hubiera topado en la calle, hubiera calificado como un muchacho muy lindo que quizá apenas estaría cursando la preparatoria y no como un chico capaz de secuestrar a otra persona. Sin duda aquel gusto que sentía para con el médico debía ser algo que iba más allá, como para llevarle a tal extremo.

—Está bien— dijo Kamijo en un tono firme y susurrante y mantuvo su posición encorvada, apoyado sobre sus rodillas mientras aguardaba a que el joven volviera. Le había seguido con la mirada, hasta perder la visión de su espalda al entrar en una habitación continua y enseguida de ello, regresó la mirada a aquel ventanal donde anteriormente se encontraba su interlocutor. Aquella brisa húmeda que anunciaba una pequeña llovizna, ahora chocaba con algo de fuerza en el fino cristal; probablemente llovería toda la noche y al parecer esa no la pasaría en la comodidad de su residencia.

La charla apuntaba a ir para largo  y bueno, el rubio sonaba muy decidido al decir que no le dejaría salir de ahí, aunque claro, aun había algo de incertidumbre por parte del médico para con aquellas palabras. Su rostro se había girado hacia la ventana y se había quedado mirando fijamente el cristal que asemejaba una ligera cascada. La voz del joven de nuevo en la sala le hizo mirar de soslayo a éste por un momento y únicamente negó un tanto para atender a su excusa. Nuevamente su atención estaba puesta en él y ciertamente ansiada conocer su respuesta. Entornó la mirada hacia la ajena y mantuvo atención en sus palabras dejando de lado esos jugueteos infantiles que tenía para comer.

Kamijo se mantuvo en silencio; una vez más dejaría que las palabras de Mitsu llegaran a su fin y hasta entonces intervendría con su opinión al respecto de lo que él exponía; realmente era difícil escoger una…, digamos sensación para con lo que el joven confesaba, ciertamente era la primera vez que alguien se le confesaba de aquella manera, independientemente de los actos anteriores, él no había recibido tales palabras de nadie o pudiera ser que si alguien había intentado acercársele de esa manera previamente, no se dio cuenta, y podría sonar ridículo, pero su trabajo siempre fue lo primordial; pero ahora tenía a un muchacho delante de sí que confesaba haberlo admirado desde lejos y tomarle un gusto tan profundo al grado de celarle de cualquiera con quien intercambiase palabra alguna. Nuevamente, se sentía adulado y algo complacido de aquello, no podía negarlo.

Agachó su mirada hacia la de Mitsu, cuando éste se hubo acomodado frente a su asiento; sus ojos se fijaron en los orbes avellanas del joven y le miró fijamente por un largo rato antes de cerrar sus propios ojos por un instante más; meditó un poco lo último dicho y tras aspirar y exhalar profundamente, volvió a mirarle a los ojos.

—Escucha —decía con voz serena—, voy a confesar que me siento halagado con tus palabras, Mitsu; se podría decir que eres la primera persona que se me acerca a expresar  tal sentimiento  y lo acepto. Me da gusto que mi persona pueda agradarle de tal manera a otra, sin embargo… —un suspiro salió de entre sus labios y se dio el atrevimiento de llevar una de sus manos hacia el rostro del joven, el cual acunó con ella por una de las mejillas como si eso sirviera para amortiguar sus siguientes palabras—: No puedo corresponderlo de la manera en la que deseas. —El dejo con el que miraba al muchacho se afligió pues estaba completamente al  tanto que tales palabras era duras para cualquiera, viniendo de la persona que te gustaba.
—Créeme que no es por el secuestro de mi persona ni mucho menos, eso podría dejarlo pasar, hacer como si no hubiera pasado y basar mi respuesta únicamente en tus palabras—habló de la manera más clara posible, explicando lo mejor que podía su puntos y sin darse cuenta, había comenzado a confortar la mejilla ajena con una distraída caricia—. Pero, tú me has visto de lejos no sé cuánto tiempo, pero no me conoces realmente. No sabes que me gusta, que no; sabes dónde trabajo pero no sabes dónde me gusta descansar y bueno, de sobra esta mencionar que yo no te conozco realmente. Hoy me  enteré de tu nombre y fuera de eso y de tus modos infantiles para comportarte, no sé nada de ti. —Su mirada se entrecerró y aquella mano suya se deslizó por la mejilla del muchacho hasta posicionarse bajo  el mentón, por donde sostuvo su rostro directamente frente al suyo.

—Tú me pides una entrega total, una profunda y entera, pero a como me has expuesto las cosas, yo parezco un capricho, una mera obsesión para ti  y aunque, con tal de obtener mi libertad para volver a mi casa, a mi trabajo…, yo pudiera darte lo que quieres, no me prestaría a algo como ello si no siento, de momento, alguna atracción hacia ti; construiría una entrega vacía y por única conveniencia y estoy seguro que eso no es lo que quieres. —Sus dedos resbalaron del mentón ajeno y se fue incorporando hasta erguir su espalda y dejarla caer posteriormente sobre el respaldo de aquel sofá.

Seguía mirando al muchacho, con aquel semblante algo tenso y ese deje acuitado aderezando sus ojos. Apoyó sus manos en los brazos del mueble y su voz se volvió un murmullo para pronunciar de último:

—Valoro y me halagan tus sentimientos, pero es imposible; una entrega requiere de dos y yo no puedo entregar un cariño inexistente a un joven que,  por más bonito que sea, no conozca aún lo suficiente como para llegar a amarle…
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Mensaje por Mitsu Lun Jul 29, 2013 5:06 am

Puse total atención a sus palabras, sin pasar por alto esa caricia que, llegado el momento, me fue entregada sobre una de mis mejillas, pero tratando de que aquello no representase una distracción; claro que me había alegrado tal contacto, sin embargo, saber lo que pensaba acerca de lo que le había dicho me parecía mucho más importante.
 
A pesar de que mucho de lo que decía, parecía tener como propósito matar mis “ilusiones”, mantuve una notable e infantil sonrisa en mis labios, evitando cualquier gesto de disgusto, decepción y demás. Procuré no interrumpir sus palabras, esperé pacientemente a que terminara de hablar, y no despegué, en ningún momento, mi mirada de la ajena. Esa tranquilidad que mantenía y la expresión en mi rostro se alteraron un poco al escuchar las últimas palabras del rubio, fue algo que no pude evitar, arrugué tenuemente el entrecejo y me quedé unos instantes más en silencio, observándole.
 
Solté un prolongado suspiro antes de girarme, colocarme a gatas e ir de ese modo hasta la pequeña mesita de vidrio, regresando mi atención al helado de chocolate que había abandonado, disfruté tranquilamente de algunas cucharadas del mismo, volviendo a ignorar durante unos cuantos minutos la presencia del contrario, mientras tanto me preguntaba; ¿cómo puedo tomar con  tranquilidad esas palabras que, de cierto modo, llevan un insulto implícito? Mi comportamiento infantil no era algo que me impidiera comprender aquello que el rubio decía, cualquiera sería capaz de entenderlo sin que se lo dijeran, pero ahí estaba él, suponiendo que aquello era una petición que requería un cumplimiento inmediato…
 
—Yo no me encapricho… —comencé a decir—, dedicarle demasiado tiempo a obtener una sola cosa, me parece absurdo. No soy perseverante, no me gusta lo complicado, prefiero la tranquilidad, las personas podrían considerar mi vida bastante aburrida cuando a mí me gusta que sea así, estoy acostumbrado a tener todo cuanto quiero, y a no querer lo que me parece demasiado difícil de obtener. —Me distraje unos segundos observando a través del cristal, notando como el pasto alto era golpeado por el viento que, de un momento a otro, se había convertido en una corriente implacable. En ese momento, deseé estar ahí afuera.
 
—Es por eso que usted es una novedad para mí, quererle implica hacer muchas cosas que en otro momento no estaría dispuesto a hacer, sin embargo, a pesar de lo que yo sé de mí mismo, no descartó su teoría, es más, le invito a mantenerla. Bien dicen que siempre hay una primera vez… —Removí el helado que aún quedaba en la copa—. Si tiene suerte, tal vez me rinda antes de lo que cree… —susurré distraídamente—. ¿Recuerda su propia pregunta? —cuestioné, aún si dirigirle mirada alguna al contrario.
 
—“¿Qué es lo qué quieres de mí, Mitsu?” —cité, sin esperar a que me respondiera—, Yo simplemente le respondí, ¿en qué momento me escuchó usted exigirle cumplir mi deseo en este preciso momento? Le he hecho saber que la trivialidad de los compromisos entre humanos no es algo que yo desee… y aún así, ¿piensa que espero amor al instante de hablar conmigo? ¿Cree que no sé lo difícil que es conseguir una entrega así? Si aunque me siento atraído hacia usted, dudo que pueda hacerlo, pero me gusta intentar creer en lo que no he visto o experimentado. —No supe en qué momento la cordialidad se fue al diablo, siendo reemplazado por un tono bastante duro.
 
Finalmente, me puse de pie, girándome para poder observar la faz del contrario, esta vez sin una pizca de felicidad, amabilidad, y demás en mi rostro; mostrando quizá cierta frialdad, traté de hacer a un lado ese repentino cambio de humor, no era correcto, después de todo el rubio era mi invitado, pero ese carácter cambiante, tan extremo, siempre era de mis mayores problemas. Solté un prolongado suspiro, buscando con ello recuperar mi postura relajada, y tras ello agregué:
 
—Puedo ser infantil, quizá demasiado honesto, impulsivo, impaciente… pero conozco muy bien el valor de lo que quiero…  y sé que para conseguirlo no bastará simplemente pedirlo o exigirlo. Tenga en cuenta que… yo solo he respondido lo que me ha preguntado… nada más que eso. —Y tras aquellas palabras, retiré mi mirada de la del más alto, desviándola hacia la fuente encerrada tras esas paredes de cristal.
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Mensaje por Kamijo Lun Jun 08, 2015 10:27 pm

La voz de aquel joven había terminado por atraparle. O dicho de una mejor manera: exigía su completa atención. Más que aquellas feroces gotas de lluvia que golpeaban los cristales de la residencia o subyugaban las delicadas plantas en el jardín de la misma.

Como médico que era y más que nada por la educación que le fomentaron desde muy joven, debía admitir que el pequeño rubito llevaba toda la razón en las últimas de sus palabras. Se había precipitado y aunque esa no era su intención, dejó de pensar en aquel momento y adelanto las cosas de una manera negativa. Suspiró al llegar a aquella conclusión y masajeó con la diestra su ceño arrugado. Relajarse era lo primordial ahora.

El silencio comenzó a ser anfitrión luego de unos momentos. Debía organizar bien sus pensamientos. Pero es que, venga ¿cómo debía reaccionar en una situación así?
Una parte de sí le decía constantemente que una retención ahí en contra de su voluntad era completamente irracional. Había otra que le aseguraba el caos que habría en el hospital si no se presentaba a trabajar… Y estaba ese pensamiento suyo fuera del raciocinio que abogaba las acciones del joven con una excitación bastante peculiar. Internamente, se preguntaba: ¿qué pasaría si le diera todo su albedrio a ese pensamiento…?

—Mi reacción fue estampía —admitió—, me disculpo por eso. Pero también te pido que tengas tú en cuenta que, aunque estoy tratando de estar lo más tranquilo posible, esta situación y lo que dialogamos en torno a ella, no es muy para estar muy flemático.

Con toda tranquilidad, el médico se puso de pie. Echó una mirada a su pequeño emisor y avanzó hacia el ventanal que tenían cerca.
Los azulinos orbes de Kamijo se perdieron en aquella tormenta. La decisión de su emisor para mantenerle captivo ahí parecía pétrea y lo único que se le ocurría para evitar eso era llegar a una especie de acuerdo que dejara satisfechos a ambos.

¿Pero qué podría proponer?
Cavilando ello apoyó la frente sobre el frío cristal y cerró los ojos.

—Me haces sentir como el ave de un cuento infantil que leí hace mucho tiempo. —Kamijo giró sobre su eje y pasó a recargarse sobre el cristal. Su mirada volvió hacia el pequeño rostro de Mitsu y esbozó una efímera sonrisa—. Hablemos un poco más —sugirió—. Como sabrás, yo no puedo quedarme mucho tiempo, tengo un trabajo que requiere la mayor parte de mi tiempo. Pero, estoy dispuesto a pasar la noche aquí, con la condición de que a primera hora de la mañana pueda volver a mi rutina. Aclaro que con eso no estoy decidiendo no volver a tener contacto contigo, por el contrario, si estás realmente decidido a dedicar algo de tiempo a conseguir aquella entrega de mí, bien podríamos quedar en algunas ocasiones para charlar un poco más.

Esperaba que sus propuestas fueran consideras y aceptadas por su interlocutor. No tenía nada qué perder después de todo. Además había algo de curiosidad en sus sugerencias, así que, todo quedaba a lo siguiente que decidiera Mitsu.
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Mensaje por Mitsu Miér Abr 01, 2020 8:19 am

Él tenía razón, en la situación en la que se encontraba era normal que sacara conclusiones apresuradas, no se puede pensar con claridad cuando se está en tales circunstancias. En definitiva era cierto que me había faltado un poco de compresión pero me era muy difícil ponerme en su posición. El rumbo que estaba llevando nuestra charla me hizo reflexionar sobre todo este asunto, ¿debía insistir más? ¿Retenerlo por la fuerza serviría de algo?

Le observé levantarse del lugar que había estado ocupando, retiré mi atención de mis propios pensamientos y procedí a ponerla totalmente sobre él. Sin poder evitarlo sonreí al ver su espalda, se miraba tan elegante con la ropa que había elegido para él, incluso parecía portarla de una forma natural. Sin duda la travesura había valido la pena.

Cuando retomó la palabra, puse atención a cada una de sus frases, sin poder evitar sentirme decepcionado. Era evidente que trataba con una persona terca que a toda costa rehusaría la pérdida de su libertad, aunque no por razones naturales, parecía más guiado por su "obligación" como doctor. Me hubiera gustado aceptar su propuesta, que accediera a verse conmigo por voluntad propia sonaba realmente tentador. Sin embargo, lo sabía.

Probablemente no funcionaria.

Después de pensarlo unos instantes, me acerqué a él un poco y fijé mi mirada en la suya. Lo que estaba por decir no podía ser dicho de otra manera ni bajo otras circunstancias.
—En verdad suena tentador —admití en voz alta—, pero olvida que le he estado observando durante algún tiempo. Incluso le he escuchado muy atentamente todo este rato. —En ese momento, y regresando la atención que él había tenido conmigo, levanté mi mano derecha y la llevé hacia su mejilla para acariciar la misma.

—No me ha hablado sobre su libertad ni lo que sentiría al perderla, lo único que no para de mencionar es su trabajo, asimismo, he tenido la oportunidad de observar su grado de entrega para con su profesión, cualquiera podría decir que vive con el único propósito de atender a sus pacientes, lo que podría entender pero eso a mí no me sirve. No accederé a tenerlo solo cuando tenga tiempo, lo que podría suceder muy de vez en cuando. —Mi mano libre, quizá demasiado atrevida, fue a posarse sobre el pecho ajeno, lugar donde la dejé quieta—. Pero ya que parece que me encuentro frente a un hombre muy terco que se rehúsa a comprender su posición, le propondré algo —añadí mientras jugueteaba con los holanes del cuello de la camisa.

—Míreme bien. Sé que es un hombre muy inteligente y estoy muy seguro de que le resultó difícil de creer que yo fuera su secuestrador. Es bastante más alto que yo, incluso si no fuera alguien atlético no debería tener problemas con confrontarme físicamente, ¿no? Y aun así fui capaz de traerle hasta aquí en un acto increíble. De la misma forma le puedo asegurar que soy capaz de hacer muchas otras cosas increíbles. —En ese momento, deslicé mi mano de su mejilla hacia la parte trasera de su cuello, desde ahí le empujé para que se acercase un poco más a mí—. No quería llegar a esto pero dadas las circunstancias me temo que no tengo otra opción —comenté antes de aproximar mi rostro a su cuello para aspirar descaradamente el aroma que emanaba de este.

—Yo puedo acceder a dejarle ir de aquí mañana por la mañana con la condición de que, cuando salga de aquí, sea consciente en su totalidad de que al irse me habré convertido en su prioridad —empecé a hablar con normalidad y luego bajé un poco el tono de voz para pasar a susurrar en uno de sus oídos—, deberá venir cuando yo lo necesite y estar aquí diligentemente para la hora que yo desee, y si llega tarde, si me falla… voy a matar a alguien. Tal vez será el paciente en el que se esmeró tanto para salvar en cirugía, quizá sea una compañera enfermera o un colega doctor, y entonces su presencia que salva vidas será la culpable de que estas se pierdan. ¿Lo entiende? —Sin darle tiempo para responder, me apresuré a dejar un beso sobre su mejilla antes de separarme de él y poner varios pasos de distancia entre nosotros. De hecho, me encaminé hacia uno de los extensos sofás blancos y me senté sobre uno de los brazos del mismo.

—Además, requeriré de usted cada ciertos días una pequeña cantidad de sangre que no tomaré a menos que me sea entregada voluntariamente, pero creo que se imagina lo que sucederá si no me la da. —Sonreí amablemente tratando de quitarle un poco de peso a esa amenaza, por supuesto, suponía que no tendría ningún efecto tranquilizador—. Si acepta mis condiciones entonces espero que venga aquí, se descubra el cuello y, en un acto de buena fe, me dé un poco de su sangre, esa será su respuesta afirmativa —dije mientras con una de mis manos señalaba el sillón con la obvia invitación a que se recostara para poder tomar lo que estaba pidiendo—. Si decide que es mucho pedir y se niega a aceptar mi propuesta, no saldrá de esta casa ni mañana ni nunca, y lo próximo que voy a poner en su cuerpo ya no será ropa sino cadenas.
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